En México celebramos la muerte en un espacio sagrado, donde se acogen las almas de quienes han sobrepasado los límites del cuerpo, esta festividad prehispánica, nos permite comprender que es la continuación de la vida y no el final, a través de una cosmovisión que abarca memoria, amor y conexión con el inframundo, donde el espacio y el tiempo se borran.
En la ofenda se incluye todo aquello que le gustaba al difunto a quien se le dedica el altar. La presencia de los elementos es fundamental, el agua, para calmar la sed en el largo viaje de vuelta al hogar; el viento, con el papel picado que representa la fragilidad de la vida; el fuego, que llega con las velas resplandecientes; y la tierra, personificada con el delicioso pan de muerto, frutas y especies.
El altar está compuesto por niveles, un mundo en parcelas que comprende nueve regiones llenas de obstáculos, que simbolizan los pasos que debe seguir el alma del difunto para liberar su tonalli, logrando así el descanso anhelado ante la presencia de los regidores de la muerte, Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl.
En Malinalco el Día de Muertos tiene una característica distintiva, se les da especial bienvenida a los “Nuevos Difuntos” recién ingresados al Mictlán, es así que se monta un escenario monumental que los representa ejerciendo su profesión o sus pasatiempos. La costumbre es visitar los altares entregando una vela larga que se entierra en un tronco de plátano, con la intención de orientar a los espíritus con su luz. En esta época, los panaderos se dan vuelo con las encaladillas, una masa que asemeja la pelvis, embetunada con azúcar refinada y huevo, con cinco puntos de azúcar rosada, en representación de cráneo, manos y pies.
¡Que no falte la foto del ser amado en la parte superior del altar para honrar su memoria y el colibrí con el alma del difunto! Las flores de cempasúchil que con su aroma y color los guían de regreso al mundo de los vivos; el copal para purificar el espacio; la sal para preservar su esencia y por último, para la dicha de quienes acompañamos a los muertos en su día, sus platillos favoritos, los dulces de pepita, las muñecas de pan horneadas con leña, los clásicos recortadillos escarchados, las calaveritas, el atole, el ponche y el mezcal para compartir en este día de nostalgia amorosa por la ausencia de nuestros seres amados.