El árbol de los corazones humanos

Malinalco, fiel devoto al culto lunar, alberga un templo tallado en roca viva, uno de los centros ceremoniales más hermosos y significativos del Anáhuac. Predestinado por la propia naturaleza a ser un lugar sagrado,  sus rocas basálticas forman picachos y barrancas que asemejan ciudades verticales, ahí, las hechiceras invocaban al sutil poder de la magia bajo un régimen matriarcal con  Malinalxóchitl, diosa de las serpientes y los escorpiones; mujer hermosa de las aguas azules, que mandaba sobre los animales y se convertía en cualquiera de ellos. 

La señora de la luna da a luz a Copil, producto de la hierba y de la flor, de la sabiduría del vientre y el corazón; y lo convierte en astrólogo y adivinador. Pero con la llegada de los aztecas al poder, se consagró con inusitada magnificencia al sol, para oscurecer la luz de la luna, y dar entrada a la era de los regímenes patriarcales cuando Huitzilopochtli, dios de la guerra, lo asesina y lanza su corazón a un cañaveral, donde surge un nopal de tunas coloradas “el árbol de los corazones humanos” y se siembra el ombligo de la luna. Es así que el binomio sagrado sol-luna surge cuando el águila, nahual del sol, se posa en el árbol de los corazones y devora a una serpiente, dando a los mexicas la señal para fundar su centro místico en Tenochtitlán, hoy Ciudad de México.